viernes, 6 de febrero de 2009

Que golazo!

De movida nomás, así sin introducción, que golazo el del "Cuqui" a Tigre. Para el que no lo vió: Rebote que pesca afuera del area, enganche muy tranquilo y muy simple para hacer pasar al defensor como tren sin luz y definición con cara interna del pie derecho pegada al palo izquierdo de Islas que no llegaba nunca. Así me gusta el fútbol, y así me imagino los goles del Ogro en River, alguna vez se nos tiene que dar con algun refuerzo...

lunes, 1 de diciembre de 2008

Gracias Enzo!

Esto no viene a razón de nada, pero un S-E-Ñ-O-R (con todas las letras) como éste, no necesita de fechas ni nada para merecese un humildísimo homenaje del cual ni se enterará, pero "que va!" diría Manolo.

Gracias Enzo, por tu FÚTBOL.
Gracias Enzo, por la libertadores 1996.
Gracias Enzo, por la supercopa 1997.
Gracias Enzo, por todos los aperturas y los clausuras.
Gracias Enzo, porque con todo eso me llenaste de festejos, alegrías, y mantuviste a los bosteros callados toda una década.
Gracias Enzo, por ser un Señor, y un ejemplo adentro de la cancha, y afuera de ella.
Gracias Enzo, por ser un ídolo que se identifica con mi club, y que no se pone camisetas de cualquiera equipo o país, y las besa por unos mangos para comprar merca.
Gracias Enzo, por haber existido en épocas de las cuales yo pueda tener recuerdo, y no escucharte solo como leyenda.
Gracias Enzo, por hacer cosas como estas:












Y gracias también, por no hacer cosas como estas:









¿Quedó clarita la diferencia?

viernes, 28 de noviembre de 2008

Una viajecito que solo nos regaló un WTF!!

El lunes pasado salimos en caravana con "algunas gentes" de la facultad hacia Buenos Aires, más especificamente a Martinez, para darnos una vuelta por la planta que ahí tiene IBM, pensando que podíamos llegar a conocer cosas interesantes/copadas. Ja! Ilusos! Solo fué una patética charla de Marketing que nos dió una minita re histerica, "la vico".
Después de IBM ibamos a pasar por la planta de Toyota que está en Zarate, de la cual esperabamos menos que de IBM (a posteriori nos dimos cuenta que nos equivocamos, por lo menos pudimos hablar con gente de Sistemas, y no de Marketing, maldita Vico...), pero antes tuvimos la "suerte" de parar a comer en el Mac Donalds de Campana. Heme allí con la Sofi y los chicos "after panzada":

" Por fin estomago lleno.... De lombrices"

Pero vamos al punto de la cuestión, desde mi punto de vista lo mejor que me regaló este viaje, fue lo siguiente, cuando nos acercamos a las cajas para pagar... WTF!!

Sí queres ver bien lo que dice en la maquinita hace click, personaje.



Y ahí fue cuando dije, listo, esto viaja para microsiervos, y sentí que el viaje habia valido la pena, je!

sábado, 25 de octubre de 2008

Ladris.

Hablando con negriiiisssssssss el otro día de temas super importantes como lo solemos hacer, saltó el tema de que hoy en día cualquier gil escribe en el diario. "Y pensar que a estos tipos le pagan por escribir estas cosas" fué una de las frases que tiró el morocho candente de rulos que reside en Capital.
Sin más preambulos les dejo una muestrita:
En ésta nota: http://www.ellitoral.com/index.php/id_um/34814 podemos leer una partecita que dice lo siguiente:


El Servicio Meteorológico Nacional lanzó para este sábado durante toda la jornada un alerta por tormentas fuertes y posible caída de granizo para nuestra zona.

La temperatura pronosticada es de 18ºC la máxima y 29ºC la mínima.


Así que por lo visto vamos a tener que pegarle una revisada a nuestro sistema numérico vigente, habrá que buscarle en la recta númerica un lugarcito nuevo al 29, siempre antes que el 18 por supuesto...

martes, 30 de septiembre de 2008

Furia contra los fracasados Vol. II

"Eh miéjah! Hoy no hay facultá asi que vo' no so' má universitario hoy, no so' má"


- Boleto universitario.
- No, hoy no hay "facultá".
- ¿Y? Yo sigo siendo universitario, además me voy a estudiar.
- Si, si, seguro, a estudiar un feriado...
- Ah! Perdón, me olvidaba que sos un fracasado que nunca estudió nada, no puedo pretender que sepas lo que es ser estudiante.
- Mirá pendejo, pagá o bajate ya.
- Si si ya te pago fracasado, dejame buscar la moneda que me falta nomás.


Acto seguido, germancio caminando por el pasillo hasta los últimos asientos, con la frente en alto contento por su descargo de ira hacia el especímen, recibiendo sonrisas cómplices de algunos pasajeros que escucharon la discución cual novela de la siesta, y la sensación de sentir oleadas de calentura del negrito manejero rebotándome en la espalda.


Si sos "colectivero" puto, sabés que te odio, con todo todo mi corazón, hijo de re mil putas, fracasado.

jueves, 18 de septiembre de 2008

El fútbol atorrante - Alejandro Dolina

Cuando alguien que sabe escribir escribe tan bien sobre algo que vos amás tanto es imposible que no se te ponga la piel de gallina como me acaba de pasar. Les dejo esto para que aquellos a los que no "les de paja leerlo" (bien van ustedes que no leen más de dos parrafos eh!) se deleiten con esto, y si encima te gusta el balompié no tiene precio.
La perla: Cuando habla de las medias en la segunda parte. Genial! Bueno ahora sí los dejo que disfruten.

El fútbol atorrante - Alejandro Dolina

Vengo trotando con la pelota en los pies. Alguien me ha dado un buen pase y
ahora me acerco al área contraria.
Presiento un galopito detrás mío y apuro el tranco, asustado. Miro. Lo que
veo no me dice mucho. La defensa adversaria está bien ubicada. En cuanto alguno
se avive que no se me ocurre nada, me atora y me quita la pelota.
Podría tratar de cortársela al wing, por detrás del marcador, pero esas casi
nunca pasan.
También podría amagar el pase y seguir yo, pero noto en la cara del zaguero
central que se trata de un individuo suspicaz: no se tragará ningún amague. De
pronto, sin que nadie me lo diga, se que alguien aparecerá desde atrás para
ayudarme. Entonces pongo cara de centreforward, corro al arco. El zaguero se
corre un poco para tapar el tiro. Pero yo no shoteo. Le doy suave hacia mi
izquierda. Y allí, por donde yo adivinaba, aparece el compañero, libre de
marca, ganador, imparable. Casi sin acomodarla le mete un derechazo que entra
por cualquier parte. Gol.
Después de celebrar con un grito, mientras los rivales deslindan responsabi-
lidades, mi compañero me guiña un ojo. Al pasar me toca, apenas.
He pensado como él. He confiado en él. Somos amigos.
Sin mirarlo casi, le digo "Bien, che". Soy feliz.

Es hermoso el fútbol de la muchachada. El fútbol amateur, el de los equipos
de barrio.
El que se juega en canchas alquiladas. O en los pocos potreros que nos
quedan. El que llena el Parque Saavedra. O la cancha de Alianza. O la de atrás
de los cuarteles de Ciudadela. O los descampados de San Miguel.
Sobre ese fútbol se ha escrito poco y mal. No seré yo quien lo remedie. Mi
humilde intención es trazar algunos apuntes para que algún estudioso de verdad
empiece a escribir de una vez un tratado completo sobre el tema.

Orígenes y dificultades
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Un equipo atorrante puede nacer de mil maneras distintas.
A veces se compone de caballeros que trabajan en la misma panadería. En
otras ocasiones, sus integrantes van al mismo colegio. O viven en el mismo
barrio. O los echaron de un equipo anterior. Hubo una época en que no se
concebía un grupo de más de diez personas que no tuviera su propio equipo de
fútbol. Empresas, oficinas, herrerías, sociedades literarias y simples patotas
han dado nacimiento a temas de tan glorioso recuerdo, que a veces uno sospecha
que la fundación de ciertas entidades comerciales no ha sido sino el pretexto
para la aparición del equipo de fútbol correspondiente.
Sin embargo no todo es tan fácil como parece.
Hoy en día resulta bastante dificultoso juntar once.
Yo recuerdo épocas en que cada vez que aparecía una pelota, había que echar
a patadas a los postulantes.
Ahora todos son estrellas.
Este no puede porque tiene que viajar a Saladillo. El otro se va a la
pileta. Al de más allá, la mujer no lo deja. Después quieren que el fútbol ande
bien con semejante morralla.
Otro inconveniente es conseguir rivales.
-No, nosotros estamos en un campeonato.
-No, nosotros jugamos solamente contra equipos de otras empresas.
-No, este fin de semana ya tenemos partido.
-No, nosotros jugamos nada más que los lunes.
-No, a esa hora ni locos.
Es un infierno, les garanto.
Pero supongamos que usted ha conseguido a once malandras y que ha concertado
un desafío contra unos tipos de San Isidro el domingo a las nueve de la mañana
en la cancha del Parque Hernández, en San Martín.
La noche anterior usted empieza a sufrir. Porque de golpe y porque sí, dos
tipos se borran. Hay que conseguir otros dos. Entonces usted comienza un
espantoso peregrinaje en busca de reemplazantes. Y llama por teléfono o toca
los timbres de sujetos que usted jamás convocaría en circunstancias normales. Y
-para peor- los muy canallas se hacen los difíciles.
-¡Eh, recién ahora me avisás!
Y usted ruega y se arrastra por el suelo ante troncos irrecuperables
tratando de arrancarles la promesa de su asistencia.
Al final, cerca de la medianoche, el equipo queda completo, con la
desagradable presencia de un pibe de once años y de un cuñado suyo que ni
zapatillas tiene.
Algo más tranquilo, usted procede a preparar su ropa. Indumentaria clásica:
un par de medias llenos de agujeros. Otro par de medias para usar debajo, que
también tiene agujeros, pero en otra disposición. Un pantalón con tierra del
partido anterior. Un par de zapatillas gastadas y otras decididamenterra
inservibles, para prestarle a su cuñado. Hay también canilleras, pedazos de
trapo, piolines y otras basuras que suelen guardarse en la bolsa, más que nada
para no tirarlas.
Después de esta operación, antes de acostarse, usted mira el cielo. Y con
indignada consternación descubre algo espantoso: se está nublando. Son las
cuatro de la mañana y usted permanece despierto. Truena. Sopla viento.
¿Lloverá? ¿Podremos jugar igual? ¿Desertará algún pusliánime ante la
ventisca? Transpirando a causa de la incertidumbre, usted se duerme a las
cinco.
Pero a las ocho ya está en pie. Despierto y con el corazón ardiente. Ha
limpiado.
Sin nada en el estómago, usted se constituye en la cancha del Parque
Hernández. Cuando llega son las nueve menos cinco. Y le espera una sorpresa
desagradable: usted es el primero.
Pasan dos colectivos sin detenerse. El panorama es desolador. Sin embargo,
en una punta del parque, como a cien metros de allí, hay unos morochos
peloteando. Usted piensa que pueden ser sus compañeros que han llegado más
temprano. Trota hasta llegar a ellos: se trata de desconocidos.
A las nueve y diez llegan otros atorrantes.
-¿No vino nadie? -preguntan inquietos.
-No -contesta usted.
Entonces los recién llegados se desesperan y se indignan. Los contrarios
tampoco aparecieron. El partido peligra.
Cada vez que se detiene un colectivo, la esperanza ilumina a los reos. Desde
antes que el coche pare, ya se van agachando para palpitar a través del
parabrisas el arribo de algún otro malandra.
-A esta hora ya no viene más nadie -dice alguien.
Finalmente, a las diez menos cinco, con los nervios destrozados, usted
empieza a jugar.

Nomenclatura, indumentaria y heráldica
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Llega un momento, después de mucho padecer, después de innumerables
desencuentros y partidos frustrados, en que el equipo tiene un elenco más o
menos estable. Y aumenta la frecuencia de los desafíos. Entonces va creciendo
el espíritu de cuerpo y el deseo de consolidar el grupo.
Este sentimiento ha engendrado no pocos clubes de barrio, con sede y todo.
Pero la primera medida que garantiza la existencia de un cuadro es la
búsqueda de un nombre.
Enseguida aparecen propuestas inevitables: "Brisas del Plata", "Once corazo-
nes".
O sugerencias chuscas, casi murgueras: "Los lonyipietros de José Ingenie-
ros", "Sacale el hilo a esa chaucha".
Me permitiré mencionar -a modo de homenaje- los inmortales nombres de
algunos cuadros atorrantes que he conocido:
"Halcón de Caseros", "Ciclón de Jonte", "Empalme San Vicente", "Barrio
Chino", "Estrella del Sur", "Namuncurá", "Los místicos", "Agronomía Central",
"La Academia", "Celtic de Merlo", "La matraca", "Hindú", "Resto del Mundo". Que
el olvido perdone a todos ellos.
Otro hecho de importancia fundamental para la perduración de un cuadro es la
adquisición de camisetas.
No nos vamos a demorar en su elucidación. Ya todos sabemos los métodos que
se emplean para reunir el dinero: rifas, colectas, sustos y disparadas de toda
índole.
Debo hacer notar -eso sí- dos tradiciones que se verifican siempre. La
primera exige que las camisetas se estrenen perdiendo. La segunda, que se
destiñan al primer lavado.

Personajes del fútbol atorrante
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Cesarini decía que uno es igual en la cancha y en la vida. No sé si esto
será cierto. Con la gente -ya se sabe- es inútil proponer leyes inmutables. Los
postulados sirven para triángulos y cotangentes, pero no para los hombres de
carne y hueso. Allí fracasan. Pero volvamos al potrero. Conozcamos sus
personajes principales.
El morfón: Azote de las canchas. Egoísta y obcecado. Jamás pasa la pelota.
Unicamente lo hace cuando está perdido. Sus pases son imperfectos, de mala
gana, mordidos y con efecto. Algunos han querido ver en el morfón una
concepción individualista del fútbol. Yo creo, simplemente, que un morfón es un
pavote.
El tronco: No sabe nada. Es torpe. Y cada partido es para él una
humillación.
El sobrador: Cobarde en la adversidad y fanfarrón en el triunfo. Este
jugador suele aparecer cuando el equipo gana tres a cero. Entonces tira caños,
intenta lujos y se burla de los rivales.
El pecho frío: Ausente de barullos y entreveros. Nunca se ensucia. Nunca
grita. Nunca se enoja.
El loco: Suele ser puntero. Es eléctrico e imprevisible. Jamás hace caso,
habla solo y se ríe de sus jugadas absurdas.
El arquero: Nunca supe qué es lo que hace que alguien se vuelva arquero.
Quizá alguna oculta vocación de trapecista. Hay algo curioso: los pibes más
chicos se desesperan por ir al arco. Conforme crecen abandonan los tres palos y
ya grandulones, hay que mandarlos a atajar de prepo.
El tipo que pasaba por ahí: Personaje cuya importancia pocos hantres palos
comprendido. Es el undécimo hombre. Cada vez que falta uno, los muchachos miran
a su alrededor, eligen al morocho más aparente y le lanzan la invitación.
¿Querés jugar? Y el tipo acepta. Lo ponen de cualquier cosa, por allá adelante.
Nunca le dan un pase. Lo ignoran. Ni siquiera le reprochan nada. Cuando termina
el partido todos se olvidan de él, como si no hubiera jugado. Y quien sabe
cuántos triunfos se han cimentado en el humilde trabajo de los tipos que
pasaban por ahí.
El pibe: Es más chico que todos y se abusa. Sabe que no lo van a tocar y que
hay diez grandotes dispuestos a detenderlo. Lo mejor es darle sin asco.
Hay muchos: el referí, el matón, el héroe, el caudillo, el delegado, el
gritón, el que reparte las camisetas, el llorón, el lesionado, el suplente, el
pavo y otros mil. Basta, por favor.

Mentiras criollas
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Flotan en el aire algunos conceptos equivocados sobre la táctica y
estrategia del fútbol atorrante. Y los futuros tratadistas deberán refutarlos.
Veamos algunos de ellos.
"Es lo mismo perder uno a cero que diez a cero" Axioma que pretende
inducirnos a atacar desesperadamente aunque nos revienten a goles. Es falso. Es
mejor ir perdiendo uno a cero. De este modo con un gol de casualidad,
empatamos. En el otro caso, nos ponemos diez a uno.
"Venimos a divertirnos" Frase que le sueltan a uno cada vez que se pone un
poco nervioso.
Y aquí nos hallamos ante un punto fundamental.
"¿Venimos a divertirnos o a hacernos mala sangre?" me preguntan a veces
cuando me enojo. Y yo contesto: "A hacernos mala sangre".
Sí señor, yo no vengo a divertirme. Para eso está el ludo, el desconfío o el
pinchanúmeros, pero nunca el fútbol.
Yo quiero sufrir ante el resultado incierto. Padecer la angustia del dominio
rival. Sentir miedo ante los golpes y aguantármelo. Quiero imaginar que cada
partido es terrible y decisivo. Sé que deberé poner inteligencia y fortaleza.
Que hay compañeros que necesitan socorro y adversarios dispuestos a todo. Esta
realidad me excita, me entusiasma, me indigna y me enfervoriza, pero no me
divierte.
Y quienes van a la cancha a divertirse han equivocado el lugar.

Una receta para ganar siempre
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No se trata de un esquema posicional. Es algo sentimental.
A tomar nota los técnicos, porque esta receta nunca falla.
Pues bien: sostengo que el afecto entre los integrantes de un equipo, lo
torna invencible.
Por eso no debemos burlarnos socarronamente de aquellos que hablan del
"grupo humano". Algo sospechan estos caballeros.
Yo recién lo descubrí hace poco. Una frase de Menotti me lo reveló.
El flaco le puso nombre a algo que yo sentía desde hacía mucho tiempo.
¿Por qué uno quiere en su equipo a ciertos tipos?
¿Porque juegan bien? ¿Porque se adaptan mejor al juego de uno? No. Uno los
elige porque los quiere más. Ahora lo sé bien. Y sé que nunca podría jugar un
buen partido con compañeros a quienes detestara. Es así.
Uno está dispuesto a alentar al que se equivoca, si hay afecto.
Uno ayuda al qu está en apuros, si hay afecto.
Uno se mata cuando escucha al amigo que le grita "Bien, Negro".
Y este afecto, este viril cariño, es lo mejor que tiene el fútbol.
Este juego, señores, no es una escuela de vida, ni una filosofía, ni una
cosmovisión, como pretenden hoy en día los deportistas presuntuosos. Pero el
solo hecho de aprender a cinchar por un fin común y sacar la cara por el
compañero basta para recomendar su práctica con todo calor.


El puntero llega al fondo de la cancha. Se dispone a lanzar centro.
Yo estoy en el medio del área. Muy marcado.
El puntero no centrea. Elude a su marcador y se viene hacia el área.
Uno de los que me marcaba lo va a buscar. En ese momento me la toca.
La pelota viene rasante, firme. Yo presiento algo detrás mío.
Amago el remate, pero abro las piernas y la dejo pasar.
A mis espaldas entra, imparable, el compañero. Le pega un derechazo
terrible. Gol.
Cuando vuelve me guiña el ojo. Al pasar me toca, apenas. Casi sin mirarlo le
digo "Bien, che".
He pensado en él. He confiado en él. Somos amigos. Soy feliz.
Buenas tardes.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

"Laburar como negro"

¿Sería No laburar?
¿Sería delinquir?
¿O sería cobrar el plan "trabajar" (pfff vaya ironía) y romper el record gastándoselo en un solo día en "fernecola" caliente?



He preguntado.